Mientras menos sepa uno sobre el pasado y el presente, tanto más incierto será el juicio que pronuncie sobre el porvenir.
(Sigmund Freud, 1927)
Generar atracción para que la gente viva experiencias espirituales alejada de la adicción constituye un cambio de paradigma cultural. La vida espiritual permite integrar o más bien introyectar elementos de valencia positiva a nuevas vivencias que se diferencian de los comportamientos autodestructivos, para dejarlos, perder el deseo de realizarlos y tener una nueva forma de vida.
La mayoría de las propuestas de recuperación de adicciones exitosas contiene elementos espirituales. En especial los Doce Pasos. Así se puede salir de la cárcel de la compulsión adictiva de cualquier tipo. La psicoterapia enfocada a la mente no basta. La psique es mental y espiritual. En el libro grande de Alcohólicos Anónimos (1939) se dice que: “La vida espiritual no es teoría. Hay que señalar que la espiritualidad es algo que da significado y propósito a la vida. Tenemos que practicarla”. Es una forma apasionada de vivir (Solomon, 2002).
Dentro de las tribulaciones del adicto en actividad, muchas veces está la sensación de que Dios no le toma en cuenta, que no escucha sus oraciones. De hecho, muchos conciben a un Dios castigador, que proyecta los sentimientos de culpa. “Maldecía a Dios por quitarme mi deporte favorito”. “No sabía que existía un Dios, pero tenía claro que existía el infierno…”. “Hacía mucho tiempo que había guardado a Dios en una lata, después lo había puesto en la iglesia… y yo no tenía nada que ver con la iglesia…” “Sabía que ese Dios no quería tener nada que ver con alguien como yo” “. Estos testimonios vienen en la parte de historias personales de la sexta edición del Texto Básico de Narcóticos Anónimos (2016) y son ejemplo de la falta de fe que al principio muchos adictos en recuperación tienen al comenzar a estar limpios.
Sostener la fe, aunque en apariencia no se conozca la voluntad de Dios es importante. La espiritualidad llena el vacío dejado por la ausencia de drogas. “Este dolor nos obliga a buscar que un Poder Superior más grande que nosotros nos alivie la obsesión de consumir (Narcóticos Anónimos, 2016: 24)”. Es tener fe en que hay “algo” que cuidará de la vida del adicto en recuperación. La fe implica una actitud de apertura, poseer mente abierta.
En recuperación, se mantiene una vida equilibrada con crecimiento y desarrollo continuos y se llega a concebir a un Dios bondadoso. Esta actitud incluye de manera importante a la espiritualidad y su influencia en el psiquismo. Significa que existe un proceso de cambio evidente en la vida del sujeto y es positivo realizar conductas que alejan a la persona de la enfermedad y conducen a la salud plena y vitalidad (Gorsky, 1989).
La experiencia espiritual tiene un sentido afectivo especial. Puede ocurrir cuando se percibe el bien en todas las manifestaciones de la realidad. Quien ve a alguien que tiene vida espiritual, piensa que es bondadoso, a no ser que se le quiera proyectar como alguien que vive una doble moral. ¿Ver al prójimo en su bondad es envidiable o encomiable? El poeta americano Walt Withman es descrito por Bucke en la obra de William James (1902: 73), como alguien singular a quien le agradaban “…tantas cosas y le desagradasen tan pocas…Todos los objetos naturales poseían para él algún encanto; todo cuanto veía y sentía le complacía…”. Para James (1902: 77), “…la vida espiritual tiende a la felicidad e impide solazarse en la miseria e injuriar con ello a los demás…”
Baker (2003: 51) afirma que “la espiritualidad es lo que da sentido a todo lo demás en la vida”. El proceso de recuperación a través de un programa implica encontrarlo. En este sentido, cabe decir que, en este devenir, siempre se pone en primer término al progreso espiritual. Rodríguez Morales (2019) participa la utilidad que tiene la metáfora del viaje del héroe en la recuperación de la gente joven. Hay que agregar que esta ruta es necesariamente espiritual.
Ciertamente, si la adicción es grave, la necesidad de vivir de acuerdo con principios espirituales es mayor.
…así es que tienes que recordar que tu verdadera dependencia siempre recae en Él. Dios te enseñara cómo formar la Comunidad que anhelas (Alcohólicos Anónimos: 151).
Es esa clase de actitud duradera hacia lo espiritual lo que puede permitir una sólida recuperación, en la que la estructura psíquica cambie. Puede empezarse por la renuncia al egoísmo y al deseo patológico. “Nuestra condición espiritual es la base para una recuperación satisfactoria que ofrece un crecimiento ilimitado (Narcóticos Anónimos, 2016: 44)”.
Un reto importante para las personas que se quieren recuperar de la adicción en un programa espiritual es que deben darse cuenta de que no es una exigencia la vida religiosa, sino la aceptación de principios espirituales. Los doce pasos proponen al adicto que “…tú puedes estar sufriendo de una enfermedad que sólo puede ser vencida por una experiencia espiritual (Alcohólicos Anónimos, 1939: 41).
Teníamos que encontrar un poder sobre el cual pudiéramos vivir, y tenía que ser un Poder Superior a nosotros mismos (Alcohólicos Anónimos, 1939: 42).
Cuando se acepta que se ha progresado desde la pobreza espiritual, de acuerdo con Alcohólicos Anónimos (1939: 43):
“Encontramos que Dios no impone condiciones muy difíciles a quienes le buscan. Para nosotros, el Reino del Espíritu es amplio, espacioso, siempre inclusivo, nunca exclusivo o prohibitivo para aquellos que lo buscan con sinceridad. Nosotros creemos que está abierto a todos los seres humanos”.
Muchos adictos en recuperación llegan al convencimiento de que la espiritualidad “siempre ha estado allí (Narcóticos Anónimos, 2014)”.
La meditación en la que se hace una conciencia plena de las cosas fundamentales a partir de la concentración en la respiración es una práctica espiritual que mantiene la serenidad y la ausencia de obsesión por drogarse o tener otra conducta compulsiva. Es una actividad que de acuerdo a la tradición budista y que es coincidente con otras prácticas “permite calmar la mente y generar una visión cabal (Bodhi, 2005: 464)”.
El desmantelamiento o deconstrucción del self y el retorno a procesos inconscientes que toma lugar en la experiencia religiosa puede ser tan reparatorio como la regresión que ocurre en las experiencias creativas y en la psicoterapia (Fautex en Spezzano y Gargiulo, 1997). A continuación, dos testimonios de la vida espiritual de dos adictos en recuperación entrevistados (Tovilla, 2022):
“Cuando estoy egocéntrico pienso que yo soy Dios. Mi voluntad es cuando yo actúo conforme a lo que estoy pensando o estoy sintiendo, cuando no tengo paciencia, es cuando tomo mi voluntad y no espero lo que Dios tiene para mí”.
“Van ocurriendo esos pequeños milagros. Cosas inexplicables en mi vida y Dios me da fortaleza, en situaciones difíciles”.
William James (1902: 6), dijo que “…No debe quedar duda alguna de que, en realidad, una vida religiosa tiende a hacer a la persona excepcional y excéntrica”. El mismo psicólogo seminal, afirma en “Las Variedades de la Experiencia Religiosa (1902: 69)”, que:
“…A partir de estas relaciones entre religión y felicidad, tal vez no sorprenda que los hombres miren a la felicidad que comporta una creencia religiosa como prueba de su verdad”.
Dentro de una metodología fenomenológica, Escobar, Quintero y Moncada (2022) han propuesto “identificar la identidad, elementos e implicaciones de la espiritualidad humana que es visible en las interacciones, las prácticas y los relatos de los sujetos abordados”. En la investigación del autor citada (Tovilla, 2022) a su vez, se cuenta con el relato de la experiencia espiritual de los sujetos entrevistados.
“Soy cristiano y he aprendido que Dios es lo que es y lo que siempre ha estado, soy la persona que toma y quita de lo que él quiere que sea, la aceptación es importante”.
“La que ha cambiado soy yo. Dios es una energía bondadosa que quiere lo mejor para mí. No tiene forma ni nombre. Me neutraliza”.
“Vivir la vida espiritual en coherencia con mis valores. Mi poder superior son los valores y principios que hay que seguir”.
“Dejar que el Poder Superior actúe para que tengas la mejor versión de mí misma, aunque mi voluntad no lo permita. Hacer oración y meditación para alinear ambas. Meditar lo puedo hacer de diferentes formas y allí lo hago, porque también entro a mi espacio de gratitud. Es muy simple”.
Pensar frecuentemente que un espíritu bondadoso acompaña las vivencias, produce una actitud optimista. James (1902: 52) dice que “…se espera que esta contemplación influye fuertemente en la actitud del creyente hacia el bien”.
En este contexto, también aparece la interpretación psicoanalítica de las experiencias religiosas. Sigmund Freud, en El Porvenir de una Ilusión (1927), de manera “predecible e inevitable (Gay, 1988: 587)” desarrolla una hipótesis sobre el surgimiento de la religión para establecer reglas inamovibles de convivencia social, plantea la formación desde el exterior de una coerción interna alojada en el Superyó.
Visto en otro plano, tal vez relativo al ateísmo de Freud, quien en el artículo Acciones Obsesivas y Prácticas Religiosas (1907), estableció la analogía entre práctica religiosa y neurosis obsesiva, que la oración y meditación, que pudieran considerarse compulsiones, pueden sustituir a las que la adicción ha instalado, sin provocar daño. De esta forma, puede decirse que el ceremonial religioso y el ritual adictivo suelen ser análogos.
Las fallas que se produzcan en esta formación psíquica pueden ser subsanadas en el proceso de recuperación. Dada la correlación entre el Trastorno Límite de la Personalidad y la adicción, cabe decir que se ha encontrado en diversas poblaciones que la espiritualidad ayuda a la reestructuración del aparato psíquico Hafizi, Tabatabaei y Koenig, (2014) encontraron que la religiosidad y la práctica religiosa musulmana se correlacionan negativamente con los rasgos fronterizos de la personalidad, especialmente con la ira, la inestabilidad del estado de ánimo, la sensación de vacío y los comportamientos autolesivos, dentro de los que puede estar el consumo de drogas.
El grupo de doce pasos fomenta una condición regresiva que apunta a la dependencia de un poder superior, que bien puede considerarse una forma de pensamiento mágico. ¿Qué es lo que hace que haya una progresión desde ese estado para que el sujeto recupere una estructura relativamente madura? Ya que la adicción destruye o impide construir un sentido íntegro del self, un proceso de recuperación busca la identidad del yo como la confianza básica recuperada y confirmada que se tiene internamente coincida con la percepción que se supone haberse adquirido para los otros (Erikson, 1956: 212). Pero también puede ser una regresión adaptativa en la que los estados de angustia son abatidos, lo que produce a su vez la cesación de la voracidad por las drogas y el goce de un estado alterado de conciencia.
La felicidad y la espiritualidad coinciden. James (1902: 76), quien en Variedades de la Experiencia Religiosa explora la conversión, el misticismo y la santidad, decía que:
“…la felicidad, como cualquier otro estado emocional, es ciega e insensible ante los hechos contradictorios que se le ofrecen…Cuando realmente se posee la felicidad, el pensamiento del mal no puede impregnar en mayor medida el sentido de la realidad de lo que puede hacer el pensamiento del bien cuando impera la melancolía”.
Si se tiene una condición psíquica, de acuerdo con este postulado, el pensamiento no podría modificarla”. Sin embargo, el conflicto psíquico que deviene en depresión, al ser resuelto, abre la puerta a los pensamientos positivos que hay que estimular en el proceso psicoterapéutico. Si la adicción ha surgido como una forma de automedicación contra la condición depresiva, es terapéutico que haya un freno a los pensamientos negativos mediante introyecciones positivas, por ejemplo, que el sujeto se ilustre y fortalezca con el testimonio de personas exitosas en su recuperación en el grupo de doce pasos,
Volviendo a Jung (1945: 18):
Al ser espiritual corresponde, en primer lugar, un principio de movimiento y acción espontáneo, en segundo lugar, la facilidad de producir imágenes más allá de las percepciones y de los sentidos y por último el manejo soberano y autónomo de esas imágenes.
Es decir, se llega a una percepción de orden espiritual. Es claro que para Jung la dimensión espiritual corresponde a lo arquetípico, una imagen original y autónoma dada preconscientemente en la disposición psíquica. Con ello puede decirse que el ser humano tiene facultad para la percepción de lo espiritual.
Jung (1945: 24-25) plantea que “la voluntad consciente, por sí sola, no está en condiciones de coordinar la personalidad, de tal manera que puede desarrollar una fuerza extraordinaria que la conduzca al éxito”. De esta manera existe la necesidad de guía espiritual que este psicoanalista representa como una sabiduría ancestral en la figura del arquetipo del anciano que da consejos y medios extraordinarios para lograr los fines.
Con la espiritualidad, puede llegarse a tener una actitud realista, en la medida en que se abandona el egocentrismo.
Ahora bien, ¿existe una representación espiritual en los sueños?
“Podemos actuar como si hubiese un Dios, sentir como si fuésemos libres, considerar la naturaleza como si estuviera llena de designios especiales, hacer planes como si fuésemos inmortales, y encontrarnos entonces que estas palabras estimulan una vida moral genuinamente diferente (James, 1902: 52).
En todo lo anteriormente introducido, cabe establecer dos cuestionamientos acerca de la espiritualidad en la recuperación de las adicciones. El primero es el relativo al lugar metafísico del espíritu, si está fuera o dentro del sujeto o habita en ambas instancias. El segundo se refiere a que, dada la propuesta del undécimo paso en la recuperación, ¿Qué ocurre primero, el cambio psíquico o el despertar espiritual? Y aquí también cabe cuestionar al despertar espiritual como una experiencia disruptiva o el resultado de una vivencia.
¿Extimidad (objetividad) o intimidad (subjetividad) con el espíritu?
La comunicación del sujeto con el “afuera” espiritual, es a través de la oración y la meditación. Cuando ocurre la adicción activa, se está buscando una solución externa a un conflicto psíquico, que es interno.
Jung en su Fenomenología del Espíritu (1945: 15), refiere que en un principio se concebía como un complejo funcional y dinámico relativo a “una presencia invisible y etérea”, que se ubicaba fuera del sujeto. Pero hay un espíritu externo, extrapsíquico y objetivo y otro interno, endopsíquico y subjetivo. Ellos coinciden en la inmaterialidad.
El yo busca al espíritu en la “extimidad (Lacan, 1958)” o “imagen y semejanza”, para luego ser capaz de lograr intimidad. Puede haber ambivalencia en el concepto de alma cuando se pretende que abarque a la mente.
El cabalista Schölem (1960: 35), postula que “los místicos son hombres que por medio de la propia experiencia íntima y de su especulación sobre ésta descubren nuevos planos de significado en su religión tradicional”. Hasta cierto punto, una persona que practica la espiritualidad puede considerarse mística. Es cierto que existe un libre albedrío teológico en la interpretación de textos religiosos y esto, de manera análoga se da en la interpretación de las experiencias percibidas como espirituales.
Lo psíquico es lo relativo al alma, una condición subjetiva en la que habita el espíritu, que llega la primera. La dependencia del poder superior pone de manifiesto el deseo de reconocimiento por el Otro. El término psique se ha asimilado a la psicología actual como algo que no es espiritual por completo y que las funciones mentales no son de ninguna manera de esta clase. Pero no debe olvidarse que su etimología es necesariamente espiritual. Así, puede decirse que tratamiento psíquico corresponde al alma. ¿De qué manera? La búsqueda de la espiritualidad es por sí misma un camino de recuperación. Se basa en la creencia de que un poder superior o Dios proporciona libertad.
Se sostiene que “lo que es adentro, es afuera”. Dentro está la serenidad que produce la percepción de tener un contacto consciente con el Dios que cada uno concibe. Fuera está la manifestación espiritual colectiva que se da en los grupos de recuperación y la confraternidad de doce pasos como un todo. En suma es el conocimiento de la voluntad divina y la capacidad o fortaleza para cumplirla.
“En consecuencia, Él aparece por su propia voluntad cuando quiera que haya un predominio de la irreligiosidad y una desaparición de la verdadera religión (Bhagavad Gita, Texto 6, Capítulo 4)”. De cualquier forma, en la vida espiritual se le pide a Dios conducción a través de la oración y ella se recibe por la meditación, que “nos permite desarrollar la espiritualidad a nuestro modo (Narcóticos Anónimos, 2016: 45).
En las comunidades de doce pasos, se tiene la firme creencia de que en las reuniones se consigue la inspiración espiritual de un poder superior. Incluso se le asigna la cualidad de ser bondadoso y es el mismo que guía la recuperación personal. Entonces, la comunidad de adictos en recuperación vive una vida espiritual colectiva en libertad individual, puesto que cada uno tiene su propia concepción de dios o poder superior.
La falta o sensación subjetiva de vacío siempre puede ser colmada, aunque no completamente por la sensación de contacto consciente con Dios. En la vida espiritual se le asigna a Dios el poder superior de manifestarse en la vida de la persona, muchas veces en el momento de mayor vacío. Así, desde fuera se colma al interior, a la psique.
En la tradición cristiana, el alma es el principio vital, espiritual y constitutivo por el cual el hombre posee aquellas capacidades que se presume que trascienden la mera materia y sirven para la vida moral deficiente: conciencia, libertad, responsabilidad, intelecto y voluntad. La existencia del alma como principio espiritual no material subyace a la creencia en su existencia continua después de la muerte y entonces se presume que la vida espiritual tiende a ser inmortal. En esta conciencia de ser trascendente, mucha de la angustia se abate.
La emoción de las experiencias espirituales es especial. Hay principios espirituales que las producen como son la gratitud, el amor pleno, la fe, la generosidad o caridad, Conocerse a profundidad, orar y meditar son acciones que se toman para crecer espiritualmente y estar en condiciones de recibir beneficios espirituales de ese Otro.
¿Qué va primero, el cambio de personalidad o el despertar espiritual?
Otra cuestión importante es dilucidar si el despertar espiritual produce el cambio psíquico o es una situación inversa. Para el programa de doce pasos, primero viene se cambia y luego se obtiene el despertar espiritual, como dice el duodécimo paso, si bien también puede interpretarse como una sucesión de eventos espirituales que producirán el “cambio profundo de personalidad”.
El cambio psíquico abrupto y disruptivo no es la creencia generalizada en el programa de doce pasos, aunque sí se pudiera llegar a pensar que primero debe haber recuperación física, luego mental y al final espiritual. Si bien la locuacidad y la voracidad características de la personalidad adictiva no es fácil que cedan, el cambio psíquico que propone un proceso de recuperación da cuenta a través de diversos testimonios que estas manifestaciones ceden a la par de la impulsividad.
William James hizo referencia a una “variedad educacional” de la experiencia espiritual que se retoma en Alcohólicos Anónimos (1939: 169):
“Con pocas excepciones, nuestros miembros encuentran que han descubierto un insospechado recurso interior, que pronto identifican con su propio concepto de un Poder Superior a ellos mismos”
Un despertar espiritual abrupto o paulatino debe ser una experiencia totalmente disruptiva que produzca un cambio profundo de personalidad. Decía Bill W. acerca de su despertar espiritual producto de un momento de profunda oración:
“Ahora parece estar claro que las únicas características especiales de mi experiencia fueron lo súbito de ella y la convicción inmediata y abrumadora que me produjo (Alcohólicos Anónimos, 1962)”.
Hablar de algo disruptivo hace referencia a una experiencia que tiene la capacidad de reestructurar la psique de forma abrupta, ya sea de manera traumática o reparadora., siendo esto último el caso de las experiencias espirituales repentinas.
Que haya diferencias en la concepción de poder superior o Dios entre los adictos en recuperación, no afecta que cada uno pueda seguir el curso de una vida espiritual. Un tratamiento que influye directa o indirectamente sobre lo anímico del ser humano.
Dejar la ruina que produce el libre albedrío tanático de la adicción activa es el inicio. Reconocer la adicción fuerza al sujeto al crecimiento espiritual incluso más allá de lo que imaginaba (Schierze, 1989).
Al parecer cambio de personalidad y renacimiento espiritual son correlativos. Se resurge desde la desesperación de no poder dejar de consumir, aunque se desee hacerlo. Se ha llegado a sufrir el rechazo de todo el mundo. Y desde ahí, se llega a un estado de autoconocimiento en el que la espiritualidad es un elemento importante. Desde el segundo paso, se llega a creer que hay un poder superior que transformará a la psique al “devolver el sano juicio”.
La carencia de religión no excluye a la vida espiritual. Pero la práctica de la oración y la meditación son importantes en ésta y la recuperación. Es más probable que en la recuperación haya una concepción espiritual flexible. Los adictos en recuperación se conciben en general como seres espirituales que ayudan a un poder superior al desarrollo universal. Esto para nada implica una oposición a las religiones tradicionales.
Decía Robert Smith, el “Dr. Bob” (Alcohólicos Anónimos, 1980: 322 – 323):
“No creo que podamos hacer algo muy bien en este mundo a menos que lo practiquemos…Debemos practicar adquirir el espíritu de servicio y debemos adquirir alguna fe, lo que no se hace fácilmente, en particular si la persona ha sido muy materialista, siguiendo la moda de la sociedad de hoy. Pero creo que la fe puede ser adquirida, tiene que ser cultivada; eso no fue fácil para mí y asumo que es difícil para cualquier otro…pero cuando nos damos tiempo para encontrar”.
Con esto se hace patente que, desde el origen de Alcohólicos Anónimos, se tenía la creencia de que el despertar espiritual puede ser abrupto o paulatino. En el libro “Llegamos a Creer” (Alcohólicos Anónimos, 1961: 106) se da un testimonio de que “Para mí, llegar a creer no es una experiencia que sucede de golpe. Es una acción para ser ejecutada diariamente durante todo el tiempo que yo viva y crezca”.
La religiosidad y la asistencia religiosa se correlacionan negativamente con la personalidad fronteriza, especialmente con la ira, la inestabilidad del estado de ánimo, la sensación de vacío y los comportamientos autolesivos (Hafizi, Tabatabaei y Koenig y 2014). Por otro lado, Mustain y Helminiak (2015), con la finalidad de dilucidar el proceso de reintegración psíquica y aclarar el fundamento espiritual genuino de la recuperación, y abogar por una espiritualidad madura y responsable, examinan en detalle tres aspectos clave de la reestructuración psíquica que pueden resultar en la integración espiritual posterior: el restablecimiento de un sentido de sí mismo, el desarrollo de un sentido de conexión con los demás y la capacidad de regular las emociones. Con ello explican que la capacidad de una vida espiritual es consecuencia de la rehabilitación neuropsicológica.
El llamado “Libro Grande” de Alcohólicos Anónimos (1939:93) habla del cambio en la percepción de las vivencias cuando se adquiere la vida espiritual: “Cuando miramos hacia atrás, nos damos cuenta de que las cosas que recibimos cuando nos pusimos en manos de Dios eran mejores de lo que nos hubiésemos imaginado”.
Tener vida espiritual puede significar un contacto constante y consciente con Dios e implica el abandono del egocentrismo. Para el adicto en recuperación, es muy importante no sentirse abandonado por Dios ni dejar de lado su vida espiritual, sustentada en la oración y meditación. Su viaje en el proceso de crecimiento no se suspende y la adicción activa se convierte en una historia resignificada.
A veces, la percepción de que se ha tenido una experiencia espiritual pasa mucho después de que ya haya ocurrido. Bill W. en los relatos del periódico Grapewine compilados en “El Lenguaje del Corazón” (Alcohólicos Anónimos (1962: 276) dice al respecto:
“Así que cuando hoy día los A.A. acuden a mí, con la esperanza de descubrir cómo se puede lograr una de esas súbitas experiencias, les digo simplemente que con toda seguridad ya han experimentado una igual de buena – y que las suyas son idénticas a la mía excepto en que se han producido durante un período de tiempo más largo”.
Es muy de tomarse en cuenta que muchos adictos en recuperación que antes estuvieron muy perturbados, con una personalidad fracturada, ahora manifiestan haber tenido un despertar espiritual y demuestran de manera patente que su sufrimiento no fue en vano, pues ahora ayudan a otros de manera eficaz y proporcionan un testimonio fehaciente de cambio psíquico diametral.
Dada la expansión mundial del programa de doce pasos, ya puede considerarse como un fenómeno espiritual global, que ha dado lugar a toda una manifestación cultural. Es “una forma de vida que significa mucho más que vivir sin drogas…Cada día revelará algo más (Narcóticos Anónimos, 2016: 121)”.
Es notable que, teniendo tan escasas posibilidades de existir aislados, los seres humanos sientan como gravosa opresión los sacrificios a que los insta la cultura a fin de permitir una convivencia (Freud, 1927).
El cambio psíquico esperado es tal, que la persona se recupere y encuentre una vida espiritual. O bien, que, al encontrar una vida espiritual plena, se recupere.
Referencias
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1 Comentar
Exelente reflexión desde la psicología profunda.
Felicidades Dr. Tovilla